Tengo el vicio de hacer todo de golpe, de dar a pensar que me da igual  lo que pase luego, aunque eso en realidad no sea cierto. Tengo el vicio  de reírme sola como una loca mientras recuerdo tonterías, el de hacer sonreír a la gente haciendo el subnormal, el de caminar sonriendo,  sobre todo después de ver a alguien especial. Tengo el vicio de no  parar hasta caerme, o hasta que alguien consiga pararme. Tengo el vicio  de escuchar la misma canción muchas veces, hasta llegar a aborrecerla,  de escribir frases sueltas y pensar que algún día alguien me las dirá.  Tengo el vicio de hacer que el máximo humo posible traspase mis  pulmones, el de no sentirme mal cuando estoy triste, sino de disfrutar  un poco de la tristeza. Tengo el vicio de soplar al aire cuando hace  frío y creerme así que nada podrá conmigo. Tengo el vicio de dormir en las más raras posturas y de soñar cosas imposibles. Tengo el vicio de vivir sin preocupaciones,  porque con ellas no estoy a gusto, de sentarme atrás en el coche para  no pensar en nada, aunque mis padres siempre frustren mi plan. Tengo el  vicio de salir a la calle y mirar todo de una manera rara, de hacer  encuadres como si fuera a fotografiarlo todo, y de intentar adivinar de  que tienda viste cada una de las personas con las que me cruzo. Tengo el  vicio de creer que nadie me va a fallar, y ojala algún día sea cierto. Tengo el vicio de empezar las cosas por su final, porque en muchas historias lo bueno siempre pasa al principio.
Tengo el vicio de hacer las cosas muy rápido para no pararme a pensar en las consecuencias y de exprimir cada momento del día como si fuera mi último en el mundo.
Tengo el vicio de hacer las cosas muy rápido para no pararme a pensar en las consecuencias y de exprimir cada momento del día como si fuera mi último en el mundo.