No soy lo que parezco. Puedo sonreír y estar muriéndome por dentro que sé que nadie se dará cuenta. Puedo estar en Marte y en Júpiter a la vez y los de afuera seguirán pensando que no me he movido. Son así de tontos, o yo así de lista. Estoy harta de que la gente se simplifique. La gente simple no existe. Todos jugamos a mil bandas, todos tenemos una cara para cada día guardada en cajones, sólo que algunas lo escondemos mejor que otras. No es que pueda sentir, es que siento. No es que viva, es que me encanta vivir. Me importa una mierda que la gente piense lo que quiera creer. Me importa una mierda que la gente crea que soy de “tal” manera. La mayoría ni siquiera lo creen, simplemente quieren creerlo. Porque así es más fácil. Es más fácil pensar que la de al lado es el problema antes que pararse a observar y a descubrir algo que probablemente no sea agradable. No soy perfecta. Pero tampoco lo contrario. Nadie lo es. Simplemente no soy lo que todos piensan, y me revienta que me tachen de algo cuando ni siquiera me dan la oportunidad de sorprenderles. No existe la gente rara porque cada uno de nosotros es diferente a su manera. No existe la gente triste o la gente alegre, porque alguien se implante todos los días la sonrisa antes de salir de casa no implica que sea la persona más feliz del planeta. No todo es lo que parece ser. De hecho, casi nada lo es. Así que, intenta leer entre líneas antes de creer que me conoces. Porque te equivocas.