Llora sin ahogarte entre lágrimas. Analiza la situación y corre hasta que sepas qué hacer. Respira profundamente sintiendo cada movimiento del aire en los poros de tu piel. Tropieza, cae y vuelve a levantarte. Y sigue corriendo. Estira tus brazos y siente que puedes llegar a volar. Y salta. Salta para que todo sea más sencillo. Corre. Cruza la línea. Y ríe, ríe hasta que sientas que debes parar. Hazlo. Y entonces comprenderás que todo tiene solución.